jueves, 9 de febrero de 2012

POESÍA PARA LLEVAR Nº 13


EMILIO PEDRO GÓMEZ (Astorga, 1951)


Cuando vi el mar


Cuando vi el mar por vez primera
se quedaron mis ojos congelados
sobre la misteriosa línea azul que lo domaba.

Muchedumbre de pieles bronceadas
hacían del horizonte intermitencias
la última vez que supe el mar.

Así hay pasiones que la edad modela
y sólo en breves ráfagas su favor te concede.
Aunque en tratar con sus “si-no” adquieras técnica
tú buscas otra vez “primeras veces”
en ámbitos nuevos, más propicios.

A los cuarenta y algo
—saber de tu saber es pan comido
y eso te da algún cuerpo de ventaja—
más queda por lograr
            que por perdido.
                       

Álbum de rotos, 1995


EMILIO PEDRO GÓMEZ



Existe en todos los seres humanos un sentimiento común, e ineludible, capaz de mudar la mente y el cuerpo, de cambiar (al menos por unos instantes) a las personas. Cualquiera que haya pasado horas mirando el mar sabrá de qué hablo; las olas son como las fogatas o como los niños: nos atrapan la mirada y nos hacen cosquillas en el pecho. Al leer estos versos del poeta Emilio Pedro Gómez (incluidos en su poemario Álbum de rotos, cuya lectura encarecidamente recomiendo), no puedo evitar dejar el libro a un lado y perderme en aquella playa de Gijón (la primera que yo vi): era como una gran bañera llena de niebla que nunca acababa.

Me imagino al propio Emilio en pie, entre la segunda y la tercera estrofa, como una frontera (más bien, un puente) entre el mundo exterior y la introspección, entre su vida (con sus tempestades y sus calmas, sus buques, sus veleros) y el mar que, acariciando incansable la arena, no es sino un mero testigo de reencuentros, pasiones y naufragios.

David Vega. 1.º Bachillerato
IES Pilar Lorengar. Zaragoza

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